perdiendo mi fe
-¿Por qué dios permite tanto sufrimiento?- Fue lo primero que cuestioné de mi fe.
-Porque dios nos dio libre albedrío y por lo tanto no puede intervenir- Me respondían.
Esa respuesta tenía sentido en mi cabeza pero conforme crecía y reflexioné sobre el concepto del libre albedrío, más perdía la fe al darme cuenta que eso no existe, al menos no bajo tanto sistema de opresión.
Y si dios no intervenía en las grandes tragedias del mundo es porque no le importaba. O no existía. No sé cuál es peor.
Es difícil creer en dios cuando tantas cosas terribles suceden cada día, ¿No? Si es tan todo poderoso, omnipresente, si de verdad nos ama como sus seguidores juran que hace, ¿Por qué no detiene guerras, por qué no alimenta pobres, por qué no cura enfermos, por qué no le manda un chingado infarto al corazón a los malvados?
Los ateos se ríen de mí por querer tener fe. Los religiosos se ríen de mí porque no tengo consuelo.
Creo que mis dudas son legítimas y necesarias. También creo que mi necesidad de sentir que algo de esto tiene un puto sentido es humana, es lógica.
¿Para dónde se hace una?
No creo en cuentos de palomas que embarazan mujeres, ¡Pero quiero creer que hay bondad en cada corazón humano! ¡Quiero creer que hay consuelo y cobijo y que hay un paraíso, una recompensa al otro lado, tantito alivio para el dolor y sufrimiento terrenal!
Me dicen: Los asuntos de dios no son terrenales.
Si dios existe y no hace nada por nosotros, es lo mismo a que no existiera, ¿No creen?
Quiero creer que la humanidad tiene redención y al mismo tiempo me siento abandonada entre tanta gente. La agonía, el llanto, la desesperación: Cada mañana me despierto y algo, en alguna parte del mundo, me rompe el corazón. No recuerdo algún momento de mi vida en que haya tenido el corazón pegado por completo, entero.
Cada día pasa algo terrible, cada día siento que pierdo un poquito de mí, un poquito de mi fe, un poquito de mi cordura. El insomnio es terrible, la culpa es peor: ¡Debería estar haciendo más! ¡Aunque eso signifique romperme en mil pedazos!
Ojalá mi corazón fuera lo suficientemente grande para guardar todo el dolor del mundo ahí. Luego probablemente me suicidaría.
Hace bastante tiempo que no le busco lógica ni razones a la crueldad: Es inherente a nuestra humanidad. Es humano reconocerlo, es humano temer. Yo pienso mucho en esa parte de mí, la sádica y cruel, que busca castigar a los demás. Pienso en lo que haría si estuviera en ciertas posiciones de poder y estoy convencida de lo fácil que me resultaría perder la cabeza. Supongo es normal -y si no lo es, voy a ser la primera en abogar por meterme a un hospital mental-
En vez de preguntarme cómo es que la gente puede ser tan culera, más bien me pregunto cómo es que podemos ser tan indiferentes. La indolencia puede ser tan brutal como la violencia misma. ¿Dónde está el cariño y la compasión que dizque nos da humanidad? ¿La hemos perdido gracias al capitalismo, a la tecnología, a la globalización? ¿Estamos insensibilizados porque los horrores son cada vez más frecuentes?
¿Cuál es mi consuelo, entonces?
Si no sé cómo creer en dios, tampoco sé cómo creer en las personas. ¿Entonces dónde pondré mi corazón y mis esperanzas y mis fuerzas?
Vivir sin esperanza no es vivir, no es lo mío y me niego rotundamente.
Me arrodillo en las noches, en la oscuridad le pido a dios algo. Veo a mis amistades y a mi familia a los ojos, busco algo de compasión, por lo menos lástima. ¿Alguna vez obtendré respuesta?
En situaciones así extraño el doble a Karli. Ella siempre tenía respuestas sólidas ante mis válidos cuestionamientos de fe. Había veces en que simplemente decía:
-Mariana, de veras deberías desconectarte un buen rato-
-No sé cómo hacerlo- yo siempre le dije- No sé me da mirar a otro lado. Nunca pude-
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